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Siempre que un cliente me pregunta qué es el Coaching, me encuentro en una encrucijada. Tengo la posibilidad de explicarle en qué consiste un proceso de Coaching, o bien puedo decirle lo que significa para mi MAGIA.

Cuando digo Magia, no me refiero a que va a llegar alguien con una varita y nos va a resolver todos los problemas. Si no, porque hay un momento en el proceso, en el cual sientes que algo ha cambiado en tí, y ni siquiera sabes cómo o cuándo ha sido.

Hay muchísima desinformación al respecto. Yo cuando digo que soy coach, casi siempre me relacionan con el deporte. Cuando digo que trabajo con personas, piensan que soy un entrenador personal. Y lejos de todo esto, es algo, más complejo y a la vez sencillo.

En una de las formaciones que realice a lo largo de mi carrera, Leonardo Wolk, creador del libro “El arte de soplar las brasas”, hizo una definición que para mí creo un cambio en mi propia forma de ver el coaching.

El decía, que el coach no enseña ni aconseja, no te da consejos ni trata patologías, simplemente, aviva el fuego cuando las brasas lo necesitan y así conseguir que nunca se apague.

Me entusiasmo esta definición, una persona que está ahí, simplemente con una función de acompañar y ofrecer aliento para que las llamas no se apaguen.

Estas metodologías del coaching, no es algo nuevo que nos hemos inventado ahora. 

Ya en la antigua Grecia, Sócrates creó un método llamado Mayéutica que consistía en un proceso inductivo que a través de preguntas reveladoras a sus discípulos les ayudaba a traer luz a esas cosas que tenían en su mente. 

Le siguieron grandes filósofos como Platón, con sus estructuras de preguntas y respuestas, o Aristóteles con sus teorías basadas en la busca de la felicidad. 

Sin embargo, el coaching que actualmente conocemos comienza su andadura a finales del siglo pasado cuando el profesor de literatura y capitán del equipo de tenis de la Universidad de Harvard Timothy Gallwey descubre que el principal freno de un deportista no está en su cuerpo si no en su mente. Él nos habla de la importancia de trabajar los bloqueos que encontramos en nuestro interior. 

Años más tarde, John Whitmore lo desarrollo como un método para mejorar el rendimiento de los altos ejecutivos y se comenzó a poner de moda como el método más efectivo para conseguir objetivos en las organizaciones. 

¿Pero sabemos de dónde viene la palabra coaching? 

En el siglo XV en la antigua Hungría existía un pueblo llamado Kocs que se convirtió en el lugar de paso entre Viena y Pest.
Allí se puso de moda utilizar los maravillosos carruajes de caballo con suspensión de muelles, que hacía que viajeros de la alta aristocracia, pudieran realizar este viaje muchísimo más cómodos. 

Así comenzó a hablarse de los “kocsi szekér” (carruaje de Kocs) como símbolo de la grandeza de los viajes. 

Es pues cuando dicha palabra originada en Húngria, Kocsi, comienza a transformarse, desde el alemán Kutsche, al italiano cocchio o el castellano coche.
Con lo cual dicha palabra podemos decir que se proviene del coche, elemento que sirve para transportar personas de un lugar a otro. 

Y es aquí donde podemos encontrar algo más de sentido al uso que le damos nosotros a la palabra coaching.
Como primera definición, podemos decir que el “Coaching” es la acción donde el coach (conductor) acompaña a la persona en un proceso de desplazamiento en su vida hacia un rumbo a seguir. 

Sin embargo, no podemos olvidar el uso al que nosotros estamos habitual de relacionar esta palabra, y es la que proviene del inglés coach (entrenador). 

Por lo tanto podemos definir el “Coaching” como un método de entrenamiento donde el coach acompaña al coachee en un proceso de aprendizaje para conseguir sus objetivos y su desarrollo como persona. 

Así podemos hablar de equilibrio y desarrollo basado en la capacidad de uno mismo para poder trasformar todo su potencial. 

Actualmente vivimos en una época de preocupación constante por nuestra imagen exterior. Los avances de los medios de comunicación y las redes sociales, hacen que una de nuestras principales inquietudes sea la imagen que proyectamos a los demás. Sin embargo, ¿nos preocupamos de igual modo de nuestro interior? 

La obsesión por lo externo, por cómo nos ven los demás, hace que en ocasiones se produzca una pérdida de valores y no nos preocupemos de cómo nos encontramos por dentro. La cuestión es que no nos damos cuenta de que el sentirnos bien con nosotros mismos y en consonancia con lo que queremos, nos ayudará a reflejar una mejor imagen de cara al exterior. Hay estudios científicos que demuestran que nuestro propio ADN sufre modificaciones debido a las exposiciones externas, por lo que una actitud positiva produce cambios positivos en nuestro organismo. De qué nos sirve prepararnos para tener un ‘cuerpo diez’ si luego no sabemos controlar nuestras emociones, nuestros miedos o nuestros bloqueos. Estamos programados con un software de serie con muchísimos avances, pero si no nos preocupamos de actualizarlo se nos quedará obsoleto. 

Por eso, el coaching es una herramienta muy útil que nos puede ayudar a encontrar la mejor manera de gestionar nuestra propia vida, para que sea lo más feliz posible. 

El ser humano se pasa media vida buscando la felicidad y difícilmente la encontrará si no sabe realmente definir qué es para cada uno la felicidad. 

Hay que tener en cuenta que lo que para mí puede ser un problema, no tiene por qué serlo para los demás. Por eso desde el coaching pensamos que cada persona ha de tener sus propias herramientas para resolver sus conflictos. En la escuela nos enseñan conocimientos, en nuestras casas nos inculcan educación y valores, pero ¿quién nos enseña a enfrentarnos a todas esas dificultades que nos van surgiendo por el camino? Si nosotros tenemos la capacidad de aprender herramientas para diseñar nuestro futuro, seguramente éste se acerque mucho más a aquello que hemos soñado. 

Debemos aprender que el mundo no es solamente lo que vemos y que si no sabemos explorarlo, seguramente no podremos salir de nuestra zona de confort y aprender cosas nuevas. Vivencias que nos hagan sentir que estamos haciendo lo que queremos hacer, además de lo que debemos. Desde pequeños escuchamos juicios que terminamos normalizando: “¡Tienes que hacer esto!”, “¡Debes hacer lo otro!”. Órdenes, que si no les encontramos un sentido, no les daremos la importancia que se merecen. 

La única diferencia que tenemos con los animales, es que nosotros somos seres racionales. Nuestro cerebro funciona de una forma impulsiva por naturaleza y el ser humano le proporciona esa diferencia que llamamos razón. Si yo creo que no soy capaz de hacer algo, posiblemente no encuentre razones para intentarlo. Con esto no quiero decir que todo lo que deseamos podremos conseguirlo, sino que si al menos lo intentamos y no lo conseguimos, seguramente nuestra frustración será menor y nos encontraremos mejor. 

El coaching no es otra cosa que un proceso de aprendizaje y autoconocimiento que nos acerca a nosotros mismos. Utilicemos esta herramienta incorporándola en nuestra vida cotidiana para no entrenar sólo nuestro físico, sino también nuestra mente. Seamos felices con nuestro interior. 

Tu tienes todas las respuestas, solamente hace falta que te hagan las preguntas adecuadas.

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